El científico Lino Barañao, hoy ministro de Ciencia y Tecnología, protagonizó un hecho innovador de impacto mundial. Como químico y biólogo molecular del Instituto de Biología y Medicina Experimental, que fundó nuestro Premio Nobel Bernardo Houssay, participó de una aventura en la que pocos creían: lograr una vaca clonada y transgénica que produjera en su leche hormonas de crecimiento humanas que combaten enfermedades. Sidus, tradicional laboratorio farmacéutico argentino, a través de su empresa de biotecnología BioSidus, le propuso el desafío.
Tras un innovador trabajo científico-empresario, en 2002 se anunció que la Argentina era uno de los pocos países que había logrado su primera vaca clonada, “Pampita”, de alto valor económico. Hoy dichas hormonas se producen en un gran fermentador que logra cantidades muy pequeñas por mes de proteínas de valor medicinal. “Pampa Mansa”, otra vaca clonada, puede producir tres kilos mensuales de hormonas de crecimiento humanas; con el 10% de su leche cubriría la demanda argentina y con 20 vacas la de todo el mundo. Cuando se apruebe el uso en humanos de estas hormonas, BioSidus podrá fabricarlas con una ventaja: nuestras vacas se alimentan de pasto, sin suplementos de origen animal que causen situaciones como el “mal de la vaca loca”, por lo que dichas hormonas serán valiosas.
Hace tres años nació “Rosita”, productora en su leche de las proteínas humanas Lactoferrina y Lisozima, que permitieron que investigadores del Instituto Tecnológico de Chascomús (INTECH) y de la Universidad de San Martín obtuvieran la primera leche “maternizada”. En 2010 se clonó el caballo “Ñandubay Bicentenario” con la información genética de un caballo de raza. El país está a la vanguardia de estos desarrollos.
© Criterio, 2014