Entre 1997 y 2001 –período de alta recesión y crisis– se hizo una experiencia con 15 pymes, representativas de los sectores alimentación, industria del caucho y plástico, maquinaria y equipos, instrumentos de precisión, etc. El Estado les dio financiamiento a través de la ex Secretaría de Ciencia y Tecnología, hoy Ministerio, para que incorporaran valor agregado. Tomados los créditos, se midió su comportamiento durante cinco años, frente al resto de las empresas de cada sector que carecían de innovaciones y competitividad.
El estudio fue revelador. La facturación promedio a escala nacional de las empresas que carecían de competitividad bajó 25 puntos en el quinquenio: de un índice 100 en 1997 a 75 en 2001. La facturación promedio de las 15 pymes innovadoras creció 18 puntos y generó nuevos puestos de trabajo: de 100 en 1997 a 118,1 puntos en 2001.
Mientras la recaudación por IVA disminuía en los casos de las empresas que caían en su facturación, las 15 pymes estudiadas incrementaron su aporte fiscal: $1,3 millones (1998), $3 millones (1999), $3,1 millones (2000) y $4,6 millones (2001). El Estado tuvo un ingreso de $12 millones, frente a los $7,6 millones que otorgó en créditos. Para acceder al financiamiento, se exigió a las pymes una inversión de $8,3 millones. El estudio mostró que los beneficios de la inversión en I+D no son necesariamente de largo plazo.
© Criterio, 2014