La revolución mundial del bambú

Arturo Prins

14 de octubre de 2020

El bambú -conocido como tacuara– suele identificarse con esa caña invasora que debe eliminarse. Sin embargo, muchas de sus 1642 especies no son invasoras y tienen múltiples usos. Hay edificios de bambú, andamios más resistentes que el acero, cañerías, durmientes de ferrocarril, cubiertas de barcos, cañas de pescar, papel, telas, muebles. Una bicicleta de bambú está inalterada tras 75.000 kilómetros, con más flexibilidad en el andar que la de metal, que dura unos 15.000 kilómetros. Plazas y jardines se ornamentan con bambú, que permanece verde todo el año con poco mantenimiento.

La industria mundial del bambú genera 12 millones de empleos y comercializa US$70.000 millones al año

Salvo en Europa, donde no crece, el mundo cultiva 30 millones de hectáreas. China, con un quinto del total, alimenta industrias cuyo valor se multiplicó por quinientos desde 1981, por lo que demanda más bambú que Europa. Exporta el 90% de los pisos de bambú laminado y brotes nutritivos con poca grasa y mucha fibra. Produce 40.000 millones anuales de palillos de bambú para comidas, escarbadientes, fósforos, palillos de incienso, cepillos de dientes, esterillas y canastas. La industria mundial del bambú genera 12 millones de empleos y comercializa US$70.000 millones al año.

 
.

 

Crédito: Javier Joaquin

El bambú es de las plantas que más rápido crecen: hasta casi un metro por día. Con 35 metros y 30 centímetros de diámetro, sustituye a la madera en las viviendas, cosechándose en la mitad de tiempo que las maderas más blandas. Según la especie, es productivo durante 50 y hasta 200 años. Lo llaman «pasto mágico», pues al cosecharlo crece como el césped, sin necesidad de nueva siembra, lo cual mitiga la tala de bosques. No requiere pesticidas, fertilizantes ni mucho riego, pues acumula agua cuando llueve y así enfrenta las sequías. Recupera suelos degradados, remedia aguas contaminadas, protege cuencas hídricas, libera oxígeno y absorbe cuatro veces más carbono que otros árboles, propiedad importante ante el cambio climático.

Un objetivo de la ONU es el desarrollo sustentable, que además de crear riqueza como la economía tradicional incluye cuidar el medio ambiente y reducir la pobreza, especialmente rural. Inspirada en este objetivo, en 2013 se creó la Fundación Sustentarte (FS) para el desarrollo del bambú, pues tenemos especies en 18 de las 23 provincias. Preside la fundación la licenciada en ciencias biológicas María Emilia Caro. Becada por el gobierno de China para capacitarse en tecnologías del bambú (2008), participó en Tailandia del Congreso Mundial del Bambú (2009) de la World Bamboo Organization (WBO), que la nombró embajadora del bambú en la Argentina (2017). La WBO, creada en 1991, promueve este cultivo ancestral a través de embajadores.

La Organización Mundial de la Salud elaboró un Convenio de Control del Tabaco (2003) ante «la epidemia del tabaquismo»: 182 países lo pusieron en vigor; la Argentina aún no. Un objetivo es sustituir el cultivo del tabaco. La FS muestra el ejemplo de Kenya, que generó el proyecto Tobacco To Bamboo (Del Tabaco al Bambú), pues el cultivo del tabaco era una de las principales causas de su pobreza rural, mala salud y degradación ambiental. El 74% de los agricultores dejaron el tabaco por el bambú, con más beneficios económicos y sin riesgos para la salud o el ambiente.

Ante la crisis de la pandemia, sumarnos a la revolución del bambú nos hará crecer de manera sustentable, reducir las 44.000 muertes anuales por tabaquismo y proteger a las provincias tabacaleras por la baja mundial del consumo de tabaco.

Director ejecutivo de la Fundación Sales

Por: Arturo Prins

PARA LA NACION