Una razón de nuestro atraso

El conocimiento es el mayor valor de la economía. La capacidad de generarlo está muy ligada al desarrollo. De allí que los países que planifican estrategias de Investigación y Desarrollo (I+D) logran crecimientos superiores a los que obtienen las economías primarias. La I+D es un proceso que va de la Investigación básica y aplicada (I), realizada mayormente en universidades y centros científicos, al Desarrollo experimental (D), que ejecutan las empresas cuando se les transfieren conocimientos y producen alto valor agregado para exportar.

Desde esta columna ya analizamos la situación en América Latina y el Caribe (ALC) y mostramos a Brasil como el más avanzado en la materia, ahora amenazado por la corrupción y la consecuente crisis política que impacta sobre su economía. Mostramos también a Bolivia, uno de los países más pobres de la región que, tras haber ordenado sus cuentas, en 2015 anunció que implementará una economía del conocimiento y decretó las primeras medidas.
Veamos hoy al conjunto de la región. Entre la década que va del 2004 al 2013, la economía de ALC tuvo un crecimiento del 77% del PBI regional. En ese período incrementó 126% su inversión en I+D: de 27 mil millones de dólares a más de 60 mil millones (dólares expresados en PPC: Paridad de Poder de Compra) (fuente: RICYT / Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología, 2015). Si bien la evolución fue positiva, la inversión en I+D de la región representa tan sólo el 3,5% del total mundial: ALC y África comparten los dos últimos lugares, muy distantes de América del Norte, Europa y Asia, continentes muy identificados con la economía del conocimiento.

ALC se caracteriza además por un fenómeno de concentración. Tres países –Brasil, México y la Argentina– invierten en I+D más del 90% del total de la región: Brasil 65,4%, México 16,4% y la Argentina 9,4%; el resto 8,8%. Brasil es el único que superó la barrera del 1% de inversión en relación al PBI: llegó al 1,24% en 2013. El conjunto de países de ALC nunca alcanzó dicho porcentaje que, en 2013, fue del 0,77% del producto bruto regional, muy por debajo de China (2%), los Estados Unidos y Alemania (alrededor de 2,8%), Japón (casi 3,5%) o Corea e Israel que encabezan el ranking con más del 4%.

Es notable como los indicadores de cada región o país se relacionan con el grado de desarrollo alcanzado. Los continentes más pobres invierten menos en I+D y los más adelantados aportan más. Sobre el particular, nuestro Premio Nobel Bernardo Houssay decía sabiamente: “Los países son ricos porque investigan y no es que investigan porque son ricos.”

El conocimiento que generan las naciones se mide por la cantidad de artículos publicados en las revistas científicas registradas en el Science Citation Index (SCI). Entre 2004 y 2013 el número de autores de ALC creció el 123%. Pero como la región no transfiere mayormente sus conocimientos a la industria, el proceso de I+D queda trunco. En ALC el conocimiento es generalmente un logro académico, un laurel para el investigador. Y es grave cuando otros países lo toman, pues es muy bajo en la región el índice de protección (patentes). De allí nuestro atraso: regalamos conocimiento y hasta importamos tecnologías que lo contienen, con el agravante de que no nos beneficiamos con su exportación. Pierde la economía y pierden las universidades y centros científicos que no reciben royalties de patentes, como ocurre en los países avanzados.

La protección, así, es de suma importancia, tema que trataremos en el próximo número.

Revista Criterio, Mayo de 2016