El jesuita Charles Mc Carthy, teólogo y abogado, entrevistó al sacerdote George Zabelka, capellán militar de los escuadrones que bombardearon Hiroshima y Nagasaki, fallecido en 1992. La entrevista se publicó en la revista francesa Nouvelles de L´Arche (Noviembre 1982), de la Comunidad del Arca, creada por Lanza del Vasto, impulsor de la no violencia. En 1985, a los 40 años de dicho bombardeo, Zabelka dio una conferencia en Francia. Ambos testimonios adquieren actualidad, frente a la guerra entre Rusia y Ucrania, y a la posición de la Iglesia Católica ante el uso de armas atómicas para resolver conflictos.
En la entrevista, Mc Carthy hizo esta primera pregunta, teniendo en cuenta que Zabelka bendijo a los militares antes que lanzaran la bomba:
– Padre Zabelka, ¿qué relación tuvo con los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki en Agosto de 1945?
– Yo era capellán católico del equipo mixto 509 en la isla de Tiniam, encargado de lanzar la bomba. Sabíamos que lanzarían una bomba más potente pero nunca la llamamos bomba atómica pues no conocíamos lo que era antes de su lanzamiento. Como capellán militar debía velar para que los muchachos se condujeran según la enseñanza de la Iglesia Católica y de Cristo en lo que concierne a la guerra. Cuando miro para atrás me parece que no he cumplido bien esa función. Yo, como la mayor parte de los capellanes, fui categórico en cuestiones como la de no matar ni torturar a los prisioneros, pero en otras cuestiones las cosas no se decían de manera tan clara.
– ¿Por ejemplo?
– Sabía que se mataba a civiles. Sin embargo no prediqué ni un solo sermón condenando la masacre de civiles. Había sufrido un lavado de cerebro. Me habían dicho que los bombardeos eran necesarios: los militares e implícitamente la dirección de mi Iglesia. No hubo cardenal ni obispo norteamericano que se opusiese a estos bombardeos masivos. El silencio equivalía a la aprobación. La acción del Estado y de la Iglesia, entre 1940 y 1945, demostraba claramente la actitud cristiana frente a los enemigos y a la guerra. 75.000 personas murieron quemadas en una tarde en un bombardeo en Tokio. 45.000 seres humanos murieron en Nagasaki, con la gran novedad de que lo logró una sola bomba. Yo estuve allí, puedo decir que la actitud moral de la Iglesia era indiferente y silenciosa. No iré buscando la justicia el día del juicio final. Me salvará la misericordia.
Zabelka concluyó la entrevista proponiendo dos medidas: La primera medida es enseñar a los cristianos que la enseñanza de Cristo de amar a los enemigos no es facultativa. En mi vida he estado en muchas parroquias y nunca he visto que se pida explícitamente a los fieles que oren por sus enemigos. La segunda medida es que la Iglesia declare que la guerra es totalmente incompatible con la enseñanza de Jesús y que los cristianos no pueden participar en ella, ni pagar para mantenerla. Advertir a las naciones que a partir de ahora tendrían que matarse entre sí, sin la participación de los cristianos, participación física, financiera o espiritual.
En la conferencia por el 40º aniversario de Hiroshima y Nagasaki, fue muy categórico: Gracias a Dios, hoy puedo pararme aquí y hablar en contra de la guerra, de todo tipo de guerra. Los profetas en el Antiguo Testamento hablaron en contra de los falsos dioses: de oro, plata y metal. Hoy estamos adorando al dios del metal: la bomba. Estamos poniendo nuestra confianza en el poder físico, militarismo y nacionalismo. La bomba, no Dios, es nuestra seguridad y nuestra fuerza. Los profetas del Antiguo Testamento dijeron: no pongan vuestra confianza en carros y armas, sino en Dios.