Seria advertencia del Banco Mundial

Un informe alarmante del Banco Mundial –El emprendimiento en América Latina: muchas empresas y poca innovación–describe un hecho que, de no modificarse, amenaza el futuro de la región. El documento, explicado en estos días por el economista jefe para América Latina y el Caribe (ALC) de dicho Banco, Augusto de la Torre, señala que la situación afecta seriamente las exportaciones y el crecimiento económico. ¿Cómo se explica esto?

Del informe se desprende que la región carece de una economía que exporte nuevas tecnologías, productos manufacturados, alto valor agregado. Vende mayormente materias primas con poca innovación. Por varias razones sus habituales importadores redujeron las demandas –el crecimiento económico de China bajó, la crisis en los Estados Unidos limitó compras, etc.– por lo que los precios de las materias primas declinaron. Así el PBI de América Latina y el Caribe, que venía creciendo, declinó del 6 al 2,5% en el último año medido. El economista de la Torre indicó que la región “ya no puede contar con el exterior para crecer y, como carece de herramientas alternativas, mantendrá la desaceleración económica si no realiza reformas.”
El Banco Mundial señala que la región introduce productos nuevos a un ritmo menor que otras regiones en desarrollo, e invierte muy poco en I+D (Investigación y Desarrollo). Las empresas multinacionales chinas aportan a I+D 34 veces más que las multinacionales latinoamericanas, a excepción de Brasil, y las multinacionales de los países más desarrollados 40 veces más. Por eso “América Latina y el Caribe están en la cola de la innovación”.

José Miguel Benavente, especialista en innovación y competitividad del BID, explica que la región se conforma con exportar su riqueza autóctona sin transformarla y no se preocupa por hacer otro tipo de productos innovadores para exportar; es su mayor riego. Señala el escaso capital humano cualificado, aun entre los dueños de empresas. En ese sentido, el informe del Banco Mundial indica que si bien tienen empresarios transformadores, no logran insertarse en las grandes empresas debido a la pobreza de la región; trabajan en forma autónoma sin generar valor agregado. Las empresas de cualquier tamaño son más pequeñas que las de otras regiones, y las más grandes no crean empleo como en los países avanzados; las de 40 años de antigüedad empiezan a destruir empleo, retroceden. Las empresas medianas, a los 40 años de vida, emplean a 110 personas promedio; las de Asia oriental a casi 170; las de Europa oriental a 220 y las de países desarrollados a 250.

El panorama es desolador si se tiene en cuenta que la dirigencia política de América Latina y el Caribe no comprende el problema ni adopta estrategias para implementar la economía del conocimiento, con la que países asiáticos muy pobres y otros salieron adelante. Miremos a la Argentina, la que más Premios Nobel en ciencias tuvo en Iberoamérica, con universitarios y economistas destacados, tampoco comprende el problema. Andrés Oppenheimer, periodista y autor de libros sobre el tema, escribió recientemente: “América del Sur se quedó dormida mientras el mundo marchaba hacia la economía del conocimiento; los presidentes deberían cambiar de estrategia económica y producir bienes de mayor valor agregado; lamentablemente siguen hablando del pasado, ajenos al mundo que se viene.”
Hay una excepción: Brasil, al que nos referiremos en un próximo artículo, y Bolivia –sí Bolivia, uno de los países más pobres de la región– que ha expresado una decisión política-económica que también comentaremos.

Revista Criterio