No basta con guerrear en la tierra, ahora se militariza el espacio

Cuando en abril último se dio a conocer el gasto militar mundial del año pasado –el más alto de la historia hicimos una reflexión en esta columna (Criterio N° 2459). Los países que más aportaron a dicho incremento, que llegó a US$ 1,8 billones, US$ 83.000 millones más que en 2017, fueron los Estados Unidos (primero en el ranking, con US$ 649.000 millones, 36% del total mundial), China (segunda, con US$ 250.000 millones, 14% del total mundial), Arabia Saudita, India y Francia. Como si esto no bastara se inició otra escalada, esta vez en el espacio. El presidente francés Emmanuel Macron anunció este año, en el marco de la celebración de la fiesta nacional del 14 de julio, la creación de una nueva fuerza que se llamará Fuerza Aérea y del Espacio. Demandará un presupuesto para el período 2019-2025 de 3.600 millones de euros. Macron destacó que el espacio se ha convertido en “una nueva área de confrontación”, por lo que decidió hacer frente a la rivalidad que le plantean los Estados Unidos, Rusia y China.

Los Estados Unidos ya habían decidido crear una sexta fuerza armada, consagrada al espacio, que comenzará a funcionar en 2022. Rusia, a su vez, desarrolló cuatro artefactos que para la especialista británica Patricia Lewis, serán “satélites asesinos”. Y China tiene satélites concebidos para recoger residuos y limpiar el espacio que expertos occidentales temen que puedan ser utilizados para atacar y capturar otros satélites.

La reacción de cada presidente de los países mencionados contrasta con la actitud de otros, olvidados por cierto. Patrice Lumumba, líder anticolonialista y primer jefe de gobierno de la República Democrática del Congo, el día de la independencia de esta colonia de Bélgica (1960) dijo: “Vamos a establecer una paz que no descanse sobre las armas y las bayonetas, sino en la concordia y la buena voluntad”. Muy coincidente con la expresión de Albert Einstein: “La paz no se puede mantener a la fuerza; sólo puede ser lograda por el entendimiento”.

Años después Nelson Mandela, tras 27 años de haber estado recluido en una prisión inhumana de menos de tres metros cuadrados, invitó a compartir su mesa familiar nada menos que a dos de sus carceleros. Esta actitud la llevó a la práctica cuando condujo los destinos de Sudáfrica frente al apartheid, sistema perverso que se propuso reparar. Hizo los mayores esfuerzos para conciliar, no sólo con sus mayores enemigos sino con su entorno de trabajo, donde abundaban los prejuicios, tensiones, intereses y resentimientos que dificultaban el camino del acuerdo. Mandela afirmaba a viva voz: “Si quieres hacer las paces con tu enemigo, trabaja con él, entonces se volverá tu compañero”. Sostenía que los hombres siempre están más dispuestos a las guerras, pues prefieren la épica del enfrentamiento antes que recorrer el angosto y difícil camino de la paz.

Idéntico fue el pensamiento del Mahatma Gandhi, cuando dirigió los destinos de la India: “La no violencia es la fuerza más poderosa que haya a disposición de la humanidad. Más poderosa que el arma más compleja de destrucción, ideada por la ingenua capacidad del hombre. El amor es la fuerza más sutil y penetrante”.

Estos ejemplos y no la preocupante escalada militar en la tierra y el espacio señalan el camino para generar vínculos entre las aciones y promover la tolerancia, la armonía, la paz. Si se destinaran a la educación y a la eliminación de la pobreza los cuantiosos recursos económicos que desde hace décadas se aprueban para matar, muy distinto sería el mundo.