Israel, de los primeros y ante un serio riesgo

Israel es uno de los países del mundo que más invierte en I+D (Investigación y Desarrollo) en relación al PBI: 4,25%. Estados Unidos, China y Japón aportan el 2,79%, 1,94% y 3,35%, respectivamente, pero destinan más fondos pues sus PBI son mayores.
Israel tiene profesionales muy calificados y cuenta con la mayor concentración de ingenieros del mundo (135 por cada 10.000 habitantes). El gobierno promueve la actividad empresaria y la inversión extranjera, de la que un 7% se destina a I+D. El inversor del exterior tiene libertad de establecerse, salvo en las industrias de defensa y telecomunicaciones; puede adquirir tierras e inmuebles; se le indica que la posibilidad de expropiación es baja y que las compensaciones no son arbitrarias; hay incentivos y créditos en especial a quienes invierten en I+D y altas tecnologías.

Así, Apple abrió al norte de Tel Aviv su segundo centro de I+D fuera de los Estados Unidos –tiene otro en Japón– con cientos de ingenieros. Tim Cook, director ejecutivo de la empresa, les decía: “Apple está en Israel porque aquí el talento en ingeniería es increíble. Sois notablemente importantes para lo que hacemos y creamos.” I+D e innovación son los principales motores del crecimiento de Apple. En 2013 ocupaba el puesto 46 en el ranking mundial de inversión empresaria en I+D; este año ascenderá a los primeros lugares pues en el primer trimestre invirtió US$ 2.000 millones y estima llegar a US$ 8.000 millones a fin de año (33% más que en 2014). La inversión anual en I+D de la Argentina (gobierno y empresas) es menor que la de Apple, teniendo nuestro país muy bajo número de ingenieros. El diputado Alberto Asseff (UNIR) acaba de presentar un proyecto de ley para promover los estudios en todas las ingenierías y así ayudar a implementar una economía del conocimiento, dice en los fundamentos.

Israel es, además, el segundo país del mundo en cuanto a disponibilidad de capitales de riesgo (venture capital) que se aplican a empresas innovadoras de base tecnológica o startups, que surgen de las llamadas “incubadoras”. En 2013 nacían en Israel dos startups por día, con la consiguiente generación de empleo, con “dineros semilla” de entre US$ 200 mil y US$ 1 millón que recibía cada empresa.

El estudioso español Javier Megias se preguntaba de dónde provenía tal capacidad inversora. No lo convencía la respuesta de que “los judíos tienen mucho dinero”. Visitó Israel y entrevistó al padre del venture capital y de las “incubadoras”, Yigal Erlich, que explicó cómo el gobierno diseñó en 1992 un inteligente programa con fondos públicos y privados, más aportes extranjeros, que permitieron la creación de 5.000 startups con una inversión de US$ 26 billones. El programa generó una fuerte industria del venture capital y fue imitado por países innovadores como Corea, Taiwán, Australia y otros. Megias concluyó que no había una única respuesta para comprender este hecho, aunque no dudó de que la Yozma (“iniciativa” en hebreo) había sido determinante.

Pero Israel tiene un serio riesgo. Según un reciente informe de la ONU, la guerra contra Gaza en julio de 2014 y el consecuente boicot internacional, hizo caer la inversión extranjera: en 2013 los flujos aumentaron 48% (US$ 11.800 millones) mientras que en 2014 cayeron 46% (US$ 6.400 millones). En 55 días de guerra murieron 2.130 palestinos, incluyendo mujeres y niños; hubo 11.000 heridos y medio millón de habitantes de Gaza fueron desplazados por los bombardeos. La economía, así, no se desvincula de la política.